
De un lado, tenemos un discurso progubernamental que presenta a un país seriamente amenazado por una conspiración internacional y de agentes extremistas locales, en la que estaríamos prácticamente al borde de la reaparición de actividades terroristas. En esta óptica, todo aquel que se moviliza, protesta, reclama o cuestiona las políticas gubernamentales es visto con sospecha, tiende a ser descalificado, ridiculizado, satanizado, por su carácter “antisistema”. Y si uno cruza a la orilla contraria, encuentra un discurso en el que se está enfrentando un gobierno represivo, autoritario, depredador, “organizado para saquear y robar”.
En este esquema participan el gobierno, el Congreso, el Poder Judicial, el conjunto de instituciones del Estado, las burocracias, los organismos internacionales, los empresarios, los medios de comunicación, los periodistas... desde este ángulo, cualquiera que simpatice con políticas de mercado es descalificado como parte de esa gigantesca conspiración cleptocrática. La manera en que se debaten temas como los conflictos sociales, los límites a la propiedad de la tierra o la renegociación de los contratos de exportación de gas me parece que ilustran estos vicios de nuestro debate público.
Espero que resulte obvio que ambas visiones son graves distorsiones de la realidad y que atentan contra la posibilidad de construir una comunidad política democrática. Convertir discrepancias legítimas en descalificaciones no solo demuestra gran intolerancia, sino que además resulta totalmente innecesario; en realidad, ni estamos enfrentando un Estado depredador, ni existen actores relevantes que planteen una vuelta al estatismo velasquista. De un lado, se cae en una lógica macartista y, del otro, en algo similar a lo que Albert Hirschman llamaba “fracasomanía”: pensar que si no se ha resuelto todo, no se ha resuelto nada. Ojalá que en los debates electorales puedan abrirse espacios en los que se reconozca la legitimidad de las propuestas alternativas al modelo actual, y que al mismo tiempo se aprovechen las oportunidades que se han abierto en los últimos años para avanzar hacia logros más sustantivos.
Tomado de La República http://www.larepublica.pe/vida-futura/25/07/2010/macartismo-y-fracasomania