miércoles, 2 de noviembre de 2011

¿Una reinvención a partir de la fusión?


Malena Müller

Un viernes en la noche, en camino a un concierto, no sabía que me esperaba, sólo que sería una combinación de jazz y música andina. Nos recibe la policía militar en la entrada del Pentagonito, un lugar de historia política del país y un documento arquitectónico del barroco militar. La brutalidad de las líneas rectas, los ángulos agudos, el gris y la extensión del terreno transmiten la impresión de impotencia y rechazo. La feroz solidez, la autoridad del concreto un reflejo del deseo de control incondicional, la plenitud del régimen militar. Al mismo tiempo me sorprendió encontrarme en el interior con arañas de cristal, parecidas a las que tenía mi abuela, una aparente ruptura con la propuesta pero sin una contradicción inherente. Aún más me sorprendió el concierto. Jean Pierre Magnet con su Serenata de los Andes, una fusión genuina de las melodías y los ritmos andinos, de la propuesta y las historias de esta música con los elementos del jazz, realizado con saxófonos, zampoñas, violines y vasta energía. Muchos seguramente reconocen la música de Marca Perú, pero es más que esto. Es un equivalente a la gastronomía fusión, a las propuestas culinarias de Gastón Acurio y otros. Aparentemente la fusión se convierte en una característica, un símbolo de lo peruano, de la peruanidad. La comida, la música, la moda, el arte, todas formas de expresión de sentimientos, de ideas, ilusiones, deseos e impresiones, de cambios y de movimientos. Percibimos estas fusiones en primer lugar con lo que es la tradición cultural costeña, las influencias de la música, la comida. Lo Andino se reencuentra en la moda, en las telas usadas y fusionadas con modelos occidentales, en parte para turistas, pero también propuestas más genuinas, así como la cocina novoandina. La música de Magnet nos presenta la música andina de forma accesible, en un contexto y una interpretación que nos hace comprensible de forma más occidental esta hermosa música tan distinta a lo que acostumbramos escuchar en Lima americanizada, pero sin embargo no es menos parte de la cultura peruana.

Esa noche, el concierto en el Pentagonito me pareció tan emblemática para este país. La combinación del lugar, con toda su falacias, su significado, su historia, con una nueva propuesta de la autocomprensión, una nueva interpretación de lo propio, no tanto en contraste con lo ajeno, sino más bien en cierta unisonancia consigo mismo y el otro. El ambiente daba la impresión de desmoronamiento, el techo con manchas de agua, cayéndose, los asientos antiguos e incómodos, el equipo reproduciendo los altos y bajos de vez en cuando un poco desajustados. La música proponiendo un contrapunto, una nueva idea, nuevas posibilidades, un nuevo mundo. El viejo símbolo decayéndose, dejando espacio para crear nuevos mitos, una nueva visión.

En conjunto estos discursos, sea la música o la gastronomía, proponen una nueva y diferente autocomprensión, forman un discurso nacionalista, quizás de la nueva generación, sin un demonio al otro lado de la frontera, sin la enemistad de los nacionalismos tradicionales. El debate de globalización e internacionalización propone la superación del paradigma nacional, pero sin embargo el concepto sigue vigente y no parece, al menos en la realidad de la mayoría de las sociedades, haber perdido su poder vinculante. El Estado sigue siendo el paradigma de organización social dominante a pesar de que las sociedades y comunidades encuentran nuevas formas de autocomprensión y autodelimitación, como se ve en el caso de las comunidades de migrantes transnacionales. Los límites de la identidad individual o comunitaria ya no son y siguen siendo las fronteras del Estado y las narraciones nacionales sujetas a estas. Quizás Perú es uno de lo países que tiene la ventaja de recién estar construyendo realmente una nacionalidad, en un nuevo sentido, sin el peso de la anterior. Quizás se puede plantear una nueva comprensión de nacionalidad en el contexto de la globalización. Quizás la falta de formulación y argumentación hasta ahora se convierte la posibilidad de reaccionar frente a los nuevos retos, a las nuevas redes, sin la necesidad de enemigos pero sí en un permanente discurso a partir de lo propio y de la fusión de aquello con el resto del mundo.

El Pentagonito desmoronado podría ser un símbolo de la superación del pasado, la superación de lo estricto, brutal, del concreto con el cual esta construido hacía una visión más transparente, más contemporánea, una sociedad menos colonial en sus formas de expresión y relacionamiento. Sin embargo esto requiere de la disposición y capacidad de debatir, de reflexionar y de emprender. Depende de la voluntad de los narradores, políticos, artistas, músicos, escritores, científicos, y en el caso del Perú, los chefs, de crear y difundir una visión distinta, de superar normas sociales vigentes, coloniales, militares y oligarcas, de superar el individualismo radical, que se plasma por ejemplo en el tráfico vehicular, y crear un sentimiento de comunidad, la percepción del prójimo y una narración vinculante. Si bien el contenido puede ir cambiando, aparentemente el proceso de la articulación de una narración nacional sigue siendo la tarea de una élite intelectual, depende de su voluntad e interés. La propagación en contraste se realiza por mano de las instituciones.

Quizás en algún momento estas nuevas visiones, esta nueva autocomprensión se transmitirán al sistema político, a la realidad y la institucionalidad de la organización social. Hasta entonces la percepción seguirá marcada por una imagen heroica y gloriosa del Perú, representado por un militarismo cultural, por las marchas y los feriados de batallas. Seguirá siendo tal como lo canta Zambo Cavero: “Y se llama Perú, con P de patria, la E de ejemplo, la R de rifle, la U de unión. Yo me llamo Perú, pues mi raza peruana, con la sangre y alma pinto los colores de mi pabellón.” La diferencia y oportunidad es que ahora se esta ampliando la paleta de colores y tonos así como la gama de símbolos que se pintan con ellos.


lunes, 17 de octubre de 2011

Despenalizar el aborto: un tema pendiente

Fiorella López

El miércoles 28 de septiembre se celebró el día por el derecho al aborto de las mujeres de América Latina y del Caribe, cuyo lema central de la campaña consiste en “educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”. Una fecha que desde 1990 se instituyó para concientizar sobre el hecho de que la penalización está condenando a las mujeres con menores recursos (económicos, educativos, institucionales) a poner en riesgos sus vidas por haber decidido interrumpir voluntariamente su embarazo.

El tratamiento legislativo que se le ha dado al aborto varía enormemente de un país a otro. En América Latina existen cinco países en los cuales el aborto no es permitido en ninguna circunstancia: Chile, Salvador, Honduras, Nicaragua y República Dominicana. Por el contrario, en Puerto Rico, Cuba, Guyana y Barbados el aborto es legal. En el caso del Perú, el código penal tipifica el aborto como un delito.

El código penal peruano de 1924 penalizó todas las figuras del aborto, con excepción del terapéutico (aquel que se realiza para salvar la vida de la mujer o evitarle un mal grave o permanente en su salud), pero si bien este es reconocido su aplicación es restringida, y esto debido a que no existe una norma técnica que respalde la práctica por parte de profesionales de la salud. Lo que se demanda, hace ya varias décadas, es la pronta aprobación de un protocolo que posibilite el aborto terapéutico. El aborto realizado en casos de violación (siempre que el violador no sea el conyugue) o inseminación artificial no consentida, así como el aborto eugenésico (aquel que se realiza en casos en que el feto presenta malformaciones físicas o psíquicas) constituyen figuras atenuadas. Sin embargo, continúan siendo un delito por lo que su práctica debe realizarse clandestinamente. En el año 2009 el Congreso aprobó, debido a la intensificación de las demandas, retomar la discusión en torno a la despenalización del aborto, algo que hasta el momento no se ha llevado a cabo.

Por ello, este último 28 de septiembre, diversas organizaciones y movimientos feministas realizaron un plantón frente al Congreso de la República para exigir que se reanude el debate en torno a la despenalización del aborto y con ello la adopción de medidas que permitan que las mujeres puedan ejercer sus derechos sexuales y reproductivos con total libertad y autonomía. Asimismo, estas diferentes organizaciones demandan además la adopción de una serie de medidas para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres: impulsar la investigación y sanción de las esterilizaciones forzadas cometidas durante el gobierno de Alberto Fujimori, la reparación a las mujeres que fueron violentadas durante el conflicto armado interno que vivió el Perú en el periodo 1980-2000, promover políticas públicas para la erradicación de la explotación sexual y la trata de mujeres, impulsar la aprobación de la ley de crímenes de odio y la penalización de feminicidio así como la difusión de una campaña contra toda forma de violencia hacia las mujeres adoptando medidas específicas en el caso de las mujeres afrodescendientes, indígenas, lesbianas y discapacitadas en quienes la opresión de género se vincula con otros tipos de discriminación.

La historia reciente del feminismo contemporáneo muestra la reelaboración a la que han sido sometidos muchos de sus presupuestos epistemológicos y luchas políticas. El movimiento feminista ha mantenido así a lo largo de varias décadas una relación llena de conflictos con el movimiento TLGB, y los movimientos o partidos políticos de izquierda, a partir de los cuales se ha planteado muchas veces la necesidad de cuestionar el carácter prescriptivo de la diferencia sexual y promover de este modo la emergencia de nuevas identidades. Esto ha permitido a su vez comprender que los movimientos sociales deben empezar a articular sus demandas políticas, algo que Verónica Ferrari (la actual directora ejecutiva del MHOL) a partir de su testimonio nos permite entender mejor cuando nos explica por qué a ella como lesbiana el tema del aborto no le es ajeno.

El aborto es, sin duda, un problema de salud pública pero es sobre todo un asunto fundamental de derechos humanos. La penalización del aborto no ha conseguido detener su práctica, ha conseguido más bien instalar diversas formas de discriminación, imposibilitando con ello el acceso igualitario a los servicios de aborto a cargo de la salud pública.

Las mujeres que se practican abortos clandestinos pertenecen a todos los sectores socioeconómicos, estas diferencias, sin embargo, son las que determinan el acceso a una interrupción del embarazo segura o insegura. Las mujeres más pobres son las más excluidas pues son ellas las que se encuentran en la imposibilidad de pagar un aborto que sea realizado por una persona con la preparación adecuada y en condiciones sanitarias seguras. Un estudio realizado por la antropóloga Delicia Ferrando (2002) encontró que en el Perú el riesgo de complicación por cada 100 mujeres que tienen un aborto inducido es de 44% en las mujeres pobres rurales, de 27% para las mujeres pobres urbanas, de 24% para las mujeres no pobres rurales y 5% para las mujeres no pobres urbanas. En el Perú se calculan alrededor de 350 mil abortos al año. El aborto clandestino, por lo tanto, representa un grave problema que se manifiesta en el hecho de que constituye una de las principales causas de muerte materna.

Una campaña que viene promoviendo el libre acceso a la información ha sido lanzada por la Línea Aborto: Información Segura desde abril del año pasado, cuyo objetivo es proveer información gratuita de acuerdo al protocolo de atención de la Organización Mundial de la Salud sobre el procedimiento de interrupción del embarazo con el uso del medicamento Misoprostol. Este proyecto constituye una iniciativa feminista potente en tanto plantea la urgencia de hablar del aborto públicamente como un tema que compete a la sociedad en su conjunto y no únicamente a las mujeres.


Este martes 11 de octubre a las 7pm en el local del Movimiento Homosexual de Lima - MHOL (Mariscal Miller 828, Jesús María) se realizó el primer reporte elaborado en base a la información brindada de manera voluntaria por las mujeres que han llamado en más de un año de funcionamiento de la línea. Eventos como este permiten abrir un espacio de discusión sobre la situación del aborto en el Perú y generar redes de comunicación para colocar el tema en el debate público que permita reformular la condena legal y moral que se impone a las mujeres que optan por el aborto como un derecho suyo a decidir libremente sobre su maternidad. Puedes descargar el informe desde aquí.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Cipriani en Ayacucho


Rubén Merino Obregón

Mis primeros recuerdos del Cardenal Juan Luis Cipriani tienen que ver con los sucesos ocurridos entre diciembre de 1996 y abril de 1997, cuando el grupo subversivo MRTA tomó la residencia del embajador japonés y secuestró a varias personas al interior de ella. Allí, a considerables años de llegar a mi mayoría de edad, conocí a través de los medios al actual Arzobispo de Lima. Lo recuerdo caminando con su Biblia bajo el brazo, ingresando en la mansión con paso lento para fungir de mediador entre el Estado y los levantados en armas. Lo recuerdo también llorando en plena conferencia de prensa, ya después de que la embajada había sido liberada, mostrando dolor por el desenlace de los hechos. Y recuerdo cómo, a fines de 1997, la gente llamaba a una radio local para mencionar su nombre una y otra vez, mientras se discutía quién debía ser considerado “el hombre del año”. Por ello, mi primera imagen de él se dibujó desde los paradigmas de la caridad y de la buena moral. Influenciado por mi mirada joven, creí contemplar el surgimiento de una nueva (y buena) figura en el escenario nacional.

Hoy sé, sin embargo, a considerables años de haber pasado mi mayoría de edad, que la figura de Cipriani había jugado ya ciertos papeles públicos antes de 1996, en cuestiones de índole política y social. Y sé que el perfil altruista que identifiqué en primera instancia en él no es tan genuino; sé que hay más cosas que recordar de aquel hombre que le quitan brillo a su imagen, que hacen surgir muy fácilmente el cuestionamiento hacia su persona y sus acciones. Quisiera, por ello, dedicar las siguientes líneas a recordar algunos aspectos problemáticos del papel que el hoy Cardenal jugó en la década de 1980 y en los años siguientes en el contexto ayacuchano, allí en donde por demasiado tiempo la violencia hizo de su presencia algo usual.

Cipriani se ordenó como Obispo Auxiliar de Ayacucho en julio de 1988. Desde su llegada causó cierta suspicacia o desconfianza en algunos sectores. Para aquel momento, ya habían pasado dos años desde que jesuitas habían regresado a la ciudad serrana, dedicándose a la enseñanza en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga (UNSCH) y al servicio de las personas que requerían de alguna ayuda, sobre todo espiritual, por ser víctimas directas o indirectas de la dura guerra que tenía lugar en la zona. Carlos Flores, uno de los jesuitas que estuvo allí por esos años, registró en su diario, hoy publicado bajo el título de Diario de vida y muerte, la llegada del nuevo Obispo Auxiliar: “Ayer [03/07/1988] se ordenó como obispo el nuevo auxiliar de Ayacucho, monseñor Cipriani. Dicen que comprarán una casa para él en 50 mil dólares. Que vienen 4 miembros del Opus para acompañarlo. […] Se trajo un arquitecto y un decorador para preparar ‘su palacio propio’. Me choca saber que se trae gente para acomodarlo, como si no viera la pobreza de esta zona” (Flores 2004:100).

Ya instalado, son varios los testimonios que dicen que muy rápidamente se apegó a los militares encargados del territorio, y que negó múltiples veces su ayuda a personas que se acercaban a él con la ilusión de encontrar, al fin, a alguna autoridad que los escuchara y les dé alguna esperanza. El mismo Flores cuenta, en julio de 1989, la experiencia que tuvo cuando fue a visitar a Cipriani con un hombre que buscaba a sus hijos desaparecidos:

[…] el papá de los chicos M. M. fue a ver al obispo Monseñor, quien le dijo que por ser él su padre, averiguaría, pero esperaba que no fueran terroristas. Yo también fui y salimos tan maltratados que yo le dije al papá: “perdona hermano, pero nos hemos equivocado. No debimos venir a ver a este hombre sin misericordia mínima”. Me llamó la atención por haberle llevado este “problema”, seguidamente fuimos sujetos de sospecha de ser senderistas. Así una vez más comprobé que el “señor” obispo estaba totalmente parcializado con la posición del ejército y sus autoridades. (Flores 2004: 188)

En verdad, este testimonio no debería sorprender si es que prestamos atención al comportamiento que Cipriani tuvo en los años siguientes con respecto a las violaciones de derechos humanos en el país. El Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú cita varias de sus declaraciones sobre el tema. En las siguientes (de 1994), por ejemplo, justifica las desapariciones y los abusos de las fuerzas del orden:

En un contexto violento como el de Ayacucho, las muertes, desapariciones y abusos son parte del enfrentamiento de la guerra. Los defensores de los derechos humanos le llamarán guerra sucia. No puedo justificar, de parte de la Policía o la Fuerza Armada, excesos por el hecho de que hubiese violencia. Pero si hay personas que silenciosamente matan durante la noche y de modo traidor, a eso hay que oponerle justicia. Yo creo que la Fuerza Armada tuvo que utilizar mecanismos para conocer cómo y dónde ocurrían esos asuntos. Y cuando utilizaron esos medios, naturalmente hubo muertos de un lado y del otro. (CVR, Tomo III, capítulo 3.3)

De la mano con esta postura, Cipriani ha sido congruente para atacar constantemente a las organizaciones de derechos humanos, calificándolas como “tapaderas de rabo de movimientos políticos, casi siempre de tipo marxista y maoísta”. Y no hay que olvidar su defensa de la pena de muerte en casos de condena por terrorismo, así como su abierto apoyo al régimen fujimorista, a pesar de que en un primer momento fue defensor de la candidatura de Vargas Llosa, llegando incluso a repartir volantes por Ayacucho, promoviendo el voto en favor del escritor.

Hay, sin embargo, un aspecto que vale resaltar más que los demás, por las actuales circunstancias en las que está envuelto el Cardenal. El diario de Carlos Flores en Huamanga termina abruptamente en los primeros meses de 1991. Lo que ocurrió lo sabemos sin necesidad de leer sus memorias. Para aquel año, Cipriani comenzó a hacer cada vez más fuerte su influencia en la UNSCH. Los padres jesuitas que allí trabajaban comenzaron a recibir presiones y, finalmente, tuvieron que dejar su labor docente y hasta irse de la ciudad. En enero de 1991, Flores escribía en su diario lo siguiente: “Siento que este año va a ser difícil para mí por lo que va pasando con el obispo Cipriani. Ha comenzado a cuestionar nuestro trabajo en la universidad, cómo nos vestimos, por qué salimos de Huamanga y nos ponemos en contacto con los familiares de los desaparecidos” (Flores 2004: 287). Y en marzo del mismo año, Flores escribe algunas de sus últimas memorias en Huamanga: “En estos días las cosas han sido peores con relación a los cuestionamientos del obispo a lo que hacemos. Ha pedido que nos pongamos clercman (ropa de cura), que me corte las barbas y los bigotes. Ha pedido a mi superior y provincial que me saquen de Ayacucho. Esto me duele mucho, creo que se va a cumplir mi sospecha de que es preferible que uno salga a que la comunidad entera tenga que salir”. Resulta evidente en este caso, flor de precedente, que Cipriani hace uso de criterios ideológicos y políticos para tomar decisiones sobre la conformación docente de la universidad de Huamanga; y resulta evidente, además, que lo hace sin mayor bochorno; enfrenta directamente, cuando tiene las posibilidades de hacerlo, lo que para él es un problema.

Así pues, bastante distinta es hoy, como se podrá comprender, a causa de estas memorias ajenas que he tenido oportunidad de conocer, la imagen que tengo del Cardenal. Cuando pienso en él, lo primero que evoco ya no es su llanto desconsolado o su Biblia bajo el brazo, sino las palabras de la pizarra que había colgado en la puerta del arzobispado de Ayacucho: “No se aceptan reclamos sobre Derechos Humanos”.

Fuentes:

Carlos Flores Lizana. Diario de Vida y Muerte. Memorias para recuperar Humanidad. Cusco: Centro Andino Bartolomé de las Casas, 2004.

Comisión de la Verdad y Reconciliación. Informe Final. Tomo III. Lima: CVR, 2003.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Segundo número de la revista

Hola amig@s,

Ya salió el segundo número de la revista. Entren aquí:



Pintura por: Wendy Villaverde

domingo, 5 de septiembre de 2010

Macartismo y fracasomanía

Por Martín Tanaka

Hemos comentado antes cómo destacamos en la región porque somos los más descontentos con el funcionamiento de la democracia y sus instituciones; recientemente algunas encuestas nos ubican a los peruanos como los menos felices de A. Latina. Esto a pesar de que no somos ni el país más pobre, ni el más desigual, ni el más violento de la región. Por el contrario, somos uno de los países que más ha crecido económicamente y hemos logrado reducciones importantes en los niveles de pobreza en los últimos años. Ciertamente estos logros han sido muy parciales, desiguales, lo que ayuda a explicar esta paradoja. Pero hay otra sobre la que quiero llamar la atención: la que surge de comparar las características de nuestro debate público con el desempeño de nuestro país.

De un lado, tenemos un discurso progubernamental que presenta a un país seriamente amenazado por una conspiración internacional y de agentes extremistas locales, en la que estaríamos prácticamente al borde de la reaparición de actividades terroristas. En esta óptica, todo aquel que se moviliza, protesta, reclama o cuestiona las políticas gubernamentales es visto con sospecha, tiende a ser descalificado, ridiculizado, satanizado, por su carácter “antisistema”. Y si uno cruza a la orilla contraria, encuentra un discurso en el que se está enfrentando un gobierno represivo, autoritario, depredador, “organizado para saquear y robar”.

En este esquema participan el gobierno, el Congreso, el Poder Judicial, el conjunto de instituciones del Estado, las burocracias, los organismos internacionales, los empresarios, los medios de comunicación, los periodistas... desde este ángulo, cualquiera que simpatice con políticas de mercado es descalificado como parte de esa gigantesca conspiración cleptocrática. La manera en que se debaten temas como los conflictos sociales, los límites a la propiedad de la tierra o la renegociación de los contratos de exportación de gas me parece que ilustran estos vicios de nuestro debate público.

Espero que resulte obvio que ambas visiones son graves distorsiones de la realidad y que atentan contra la posibilidad de construir una comunidad política democrática. Convertir discrepancias legítimas en descalificaciones no solo demuestra gran intolerancia, sino que además resulta totalmente innecesario; en realidad, ni estamos enfrentando un Estado depredador, ni existen actores relevantes que planteen una vuelta al estatismo velasquista. De un lado, se cae en una lógica macartista y, del otro, en algo similar a lo que Albert Hirschman llamaba “fracasomanía”: pensar que si no se ha resuelto todo, no se ha resuelto nada. Ojalá que en los debates electorales puedan abrirse espacios en los que se reconozca la legitimidad de las propuestas alternativas al modelo actual, y que al mismo tiempo se aprovechen las oportunidades que se han abierto en los últimos años para avanzar hacia logros más sustantivos.

Tomado de La República http://www.larepublica.pe/vida-futura/25/07/2010/macartismo-y-fracasomania

martes, 13 de abril de 2010

La Sorpresa de lo Cotidiano Año I Nº2. Sumillas.


Título: "Conservación ambiental y pueblos indígenas en el Perú: algunos elementos para el debate"


Autor: Eduardo Romero

Sumilla

El artículo se propone presentar un panorama general de las relaciones conceptuales, jurídicas y políticas entre la conservación ambiental y la titulación de territorios indígenas en el caso Peruano. En primer lugar, se presentará un breve recuento del surgimiento político y conceptual de la noción de territorio en el movimiento indígena amazónico, así como la respuesta que generó esta nueva demanda en la oferta jurídica ad hoc de los países amazónicos, especialmente en el Perú. En segundo lugar, abordaremos los orígenes históricos de la conservación ambiental como política y preocupación en las sociedades del Norte, así como su posterior tránsito, adaptación e implementación en el espacio peruano, especialmente en el amazónico. En tercer lugar, buscaremos señalar los principales puntos de complementariedad y conflicto que la implementación de Áreas Naturales Protegidas ha generado en relación a los territorios y modos de vida de los pueblos indígenas, haciendo referencia a casos específicos. Finalmente, buscaremos ensayar una reflexión sobre el papel que le corresponde a las ciencias sociales frente al tema de la conservación ambiental.


Título: Mujer política indígena. Una aproximación a su realidad social.

Autora: María del Pilar Ego-Aguirre

Sumilla

Durante los últimos años, la emergencia de las mujeres indígenas como sujetos políticos en la esfera pública ha ido ganando espacios de representación.
En un artículo anterior se discutió acerca de las teorías de complementariedad y relaciones de género en las sociedades indígenas y más específicamente amazónicas y la relevancia de poner en cuestión que los planteamientos que las ligan a relaciones asimétricas o en efecto armónicas con su congénere hombre, son claramente superadas por los complejos escenarios en los cuales, se desarrollan las relaciones de género entre los indígenas amazónicos. Con ello, intentamos plantear hipótesis que nos permitieran explorar la realidad de las mujeres como nuevos agentes de cambio social envueltas en luchas de corte político y ver, a partir de ahí, como se han transformado los roles y se han ido generando nuevos procesos de cambio.
Asimismo, se puso énfasis en denotar que la discusión sobre la complementariedad de los sexos como relativa y aplicable de diferente modo dependiendo la realidad en la que se trata de ver como se desenvuelven las relaciones de género.
Mucho se ha escrito sobre la evidente relación que se ha ido gestando positiva y negativamente entre las demandas que hacen las mujeres indígenas y los ideales propuestos por el feminismo radical1. Esto, cabe señalar, ha generado interesantes críticas desde diversas disciplinas que han seguido el debate, en las que se han acuñado términos como “feminismo indígena”2el cual ha ido cobrando protagonismo en el área latinoamericana. Asimismo, se han evidenciado rupturas y fricciones en el discurso en el cual el argumento principal alude que el enfoque de género ligado al feminismo radical se centra en un único sujeto mujer, sin tomar en cuenta que ésta además de ser mujer, está ligada a una tradición y a costumbres diferentes a las conocidas en Occidente, lo cual complejiza el panorama. Así, se componen nuevas miradas que se hacen visibles en prácticas de corte político, que en el caso de las mujeres indígenas revela cambios a nivel estructural, no solo porque rompe con el discurso, sino porque genera nuevas formas de acción que requieren la atención del pensamiento social.
Lo que se pretende a continuación es examinar las condiciones que contribuyen a pensar en una política indígena desde las mujeres, con sus pros y sus contras y evidenciar que, pese a tener mayor voz y presencia, aun hay mucho por hacer.


Título: Sombra entre las sombras.

Autora: Noelia Depaoli

Sumilla

Las luchas femeninas durante las dictaduras y las democracias dictatoriales que ha tenido Venezuela en los últimos 40 años. El papel de la mujer en la clandestinidad y el papel de la mujer venezolana y las memorias de las desaparecidas hoy.


Título: ¿Es posible hablar de un proceso de pacificación en el Callao?

Autora: Nadya Padilla

Sumilla

Otro baño de sangre provocó la imparable guerra de bandas en el Callao. La chispa fue encendida por 'Los feroces de Atahualpa', que asesinaron a tiros a un miembro de 'Los malditos de Castilla', cuyos miembros, en venganza, aplicaron la ley del 'ojo por ojo, diente por diente' y dieron muerte a un integrante del bando rival. La policía realizó intensas 'batidas' y detuvo a veinte sospechosos.

Fuente: Diario Trome, 27 de agosto del 2009

El presente artículo pretende reflexionar sobre la viabilidad de un proceso de pacificación en la zona sur del Callao. Más que dar conclusiones, planteamos interrogantes y pistas para entender mejor la realidad de uno de los lugares más estigmatizados como “violento” por los medios de comunicación. Asimismo, nos acercamos a las dinámicas que se generan entre la gente de sus barrios y los internos del E.P Callao (más conocido como Sarita Colonia).



Título tentativo: “Un Perú envejecido…”

Autora: Maria Fernanda Vivanco Salazar

Sumilla

El tema de la persona adulta mayor es un tema fascinante de análisis el cual aun no ha llegado a tener la suficiente literatura para abarcar su complejidad. Uno de los principales motivos por los cuales hacemos referencia a esta “complejidad” es debido a que no hay una definición exacta de lo que implica ser un “adulto mayor”. En la primera Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento realizada en Viena en el año 1982 se estableció como umbral fijo la edad de 60 años para referirse al adulto mayor; umbral que también es empleado por la Organización Panamericana de la Salud, el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social (MIMDES), etc., y que los define como personas con derechos inalienables que deben ser protegidos por el Estado . Sin embargo, el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) asume que un adulto mayor es aquella persona que sobrepasa los 65 años de edad, debido a que ya no se encuentra en el grueso de la población en edad de trabajar ; incluso la mayoría de personas suele pensar que un adulto mayor, lo es en tanto deja de ser productivo en términos laborales y sociales.
Este ensayo pretende presentar un breve panorama sobre la relación entre el adulto mayor (como aquella persona 60 ó + años, asumiendo los criterios referidos por el MIMDES) y el total de la población, así como con el crecimiento demográfico tanto en América Latina como en el Perú, para dar cuenta de algunas observaciones y conclusiones a partir de la información obtenida.